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Corre el año 2050. La población global, como estimado décadas antes por la ONU, ha superado los 97 mil millones de personas. Nuestros terrenos se han vuelto más áridos como consecuencia directa del calentamiento global y de eventos climáticos cada vez más extremos y frecuentes. Y estamos divididos por nuevas luchas, principalmente por el predominio del recurso agua.
¿Qué comen 9 mil millones de personas? ¿Cuánto producen nuestras tierras y cuánto contaminan?
Volvamos al presente, al 2024. Ya estamos enfrentando uno de los principales desafíos de la humanidad, quizás el desafío del futuro: ¿seremos capaces de aumentar nuestra producción agrícola en un 70% necesario para alimentar a la creciente población mundial? ¿Y cómo?
La respuesta está en la agritech (de la unión de las palabras “agricultura” y “tecnología”), es decir, en la digitalización de la agricultura. Para enfrentar los desafíos del futuro, es necesario comenzar desde aquí porque, si bien la atención actual se centra en las innovaciones tecnológicas más avanzadas en los sectores industrial y terciario, no se puede prescindir de una mejora también en el sector primario, la verdadera base del progreso futuro.
UNA NUEVA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA
Las dos principales megatendencias que están impactando el sector agroalimentario son la digitalización y la sostenibilidad.
En cuanto a la primera, nos referimos a la progresiva difusión de tecnologías como IoT, Big Data, Inteligencia Artificial, drones, etc., con el fin de superar y extender las mejores prácticas ya nacidas con la llegada de la agricultura de precisión a partir de los años 90 del siglo pasado y optimizar en un sentido muy amplio las operaciones agrícolas.
La aplicación más clásica del agritech es la recolección y el análisis de datos del campo que, gracias a un sistema digital, permiten gestionar y optimizar las actividades agrícolas. Con base en esta información, el agricultor podrá tomar decisiones más informadas y precisas sobre cómo actuar en sus cultivos para los procesos de riego, fertilización, tratamientos sanitarios y cosecha. Todas operaciones que aún hoy se realizan en gran medida de manera manual o semi-manual, a veces de manera no suficientemente oportuna y que requieren una gran cantidad de tiempo y recursos.
La megatendencia de la sostenibilidad en el sector agrícola, tan central como la digitalización y muy a menudo entrelazada con la primera, toca una pluralidad de temas muy actuales, que van desde las necesidades de descarbonización del sector hasta la protección de la naturaleza y la biodiversidad, desde la aplicación de los principios de economía circular y regenerativa hasta la resiliencia de las cadenas de suministro, desde el rastreo de los productos y su huella de carbono hasta el respeto de los derechos humanos, etc.
El desafío es, por lo tanto, producir más usando menos recursos. Hoy somos capaces de hacer más inteligentes y sostenibles los cultivos y las actividades agrícolas en el campo, preservando recursos naturales como agua, energía y suelo, y al mismo tiempo sentando las bases para una mayor competitividad y resiliencia del sector y de toda la cadena en el mediano-largo plazo. Esto podrá habilitar la necesaria transición ecológica y el logro, también para el sector agrícola, de los objetivos definidos por la Unión Europea, que tanto han generado debate y que recientemente han saltado a la palestra de las noticias.
LOS CAMINOS DE LA AGRITECH
El agritech demuestra que una agricultura sostenible no solo es posible, sino que es necesaria para nuestro futuro.
Hablando de ahorro de agua, por ejemplo, en la agricultura, esto se puede lograr si los agricultores están en condiciones de saber cuándo y cuánto regar gracias a los datos recolectados del campo provenientes de sistemas inteligentes que miden la humedad del suelo combinados con datos meteorológicos.
Otro ejemplo de la combinación entre sostenibilidad energética y agricultura es la agrivoltaica, de la cual se habla cada vez más. Y para la cual el MASE (Ministerio del Medio Ambiente y de la Seguridad Energética) ha publicado recientemente un decreto que promueve la realización de sistemas agrivoltaicos innovadores de carácter experimental. No se trata de una mera instalación de un sistema fotovoltaico en un terreno con cultivo ya implantado, sino de garantizar con sistemas avanzados una sinergia efectiva entre la presencia de la estructura que sostiene los paneles (y, por lo tanto, la sombra que esta estructura produce) y los cultivos subyacentes. Los beneficios para los agricultores son potencialmente múltiples, desde el ahorro energético derivado de la autoproducción y del eventual consumo de energía verde hasta el ahorro de agua y un mayor rendimiento de las tierras.
FORMACIÓN Y FINANCIACIÓN
Es necesario especificar que la transformación digital en el sector agrícola no prevé la sustitución del agricultor; al contrario, lo potencia gracias a nuevas herramientas más poderosas y precisas. Se trata, por lo tanto, de poner a los profesionales del sector en la condición de beneficiarse de todas las oportunidades derivadas de la digitalización, como ya ha sucedido en gran medida para otros sectores económicos del país.
Otro tema clave para el sector agrícola es el de la financiación. En Italia y, más en general, en Europa, existen diversas oportunidades y beneficios económicos disponibles, tales como subvenciones a fondo perdido, incentivos fiscales dedicados a la digitalización de las empresas agrícolas, crédito fiscal para la formación y la innovación tecnológica, y crédito fiscal para la agricultura 4.0 (con incentivos fiscales de hasta el 40% en las inversiones realizadas).
Finalmente, no se debe descuidar la escasa presencia de jóvenes en la agricultura y el inminente cambio generacional: según los análisis de GEA sobre bases Eurostat e ISTAT, Italia está por debajo de la media europea en cuanto a emprendimiento agrícola juvenil, con un porcentaje del 93% frente a la media europea del 119%. Precisamente para favorecer el relevo generacional, el Parlamento ha aprobado recientemente la ley para el emprendimiento juvenil con un fondo de 15 millones de euros para favorecer la primera instalación, un impuesto sustitutivo para los no forfetarios y el crédito fiscal para la formación.
Resulta, por lo tanto, evidente cómo la formación desempeña un papel fundamental en esta nueva revolución agrícola. Y uno de los primeros pasos que las empresas de consultoría pueden dar es precisamente aumentar la conciencia que las empresas agrícolas deben desarrollar en relación con las ventajas derivadas de la digitalización y una agricultura más sostenible.